Salgo de clase y antes de que empiece el partido paso por casa. Entro con cuidado para comprobar que no hay nadie.
Voy directo al piso de arriba y entro en su habitación.
Mis padres le han llevado al psiquiatra porque le ha dado una especie de brote por fumar marihuana.
Es mi hermano pequeño y me siento responsable. La primera vez que la probó fue cuando mis padres se marcharon de fin de semana. Traje a unos amigos a casa, uno de ellos fumaba, hizo unos porros y cuando yo estaba fumando le pasé el porro a mi hermano para que lo probara.
Tiene la habitación llena de mierda, no sé por donde empezar. Busco en los cajones de la mesilla, en los del escritorio, nada. No estará en ningún sitio donde se lo puedan encontrar.
Abro el armario, miro todos los bolsillos de la ropa pero nada.
Un poco más abajo, dentro del armario tiene todas las mochilas. Hay una que no usa y que no debería sobresalir tanto. La tiene ahí seguro el imbécil.
Abro la cremallera del bolsillo pequeño de la mochila y el olor que sale me confirma que he acertado. Una bolsita de maría. La cojo y guardo de nuevo la mochila. Salgo de su habitación y cierro la puerta.
No tiene que descubrir que la tengo yo. La escondo (mejor que él) y salgo de casa.
Hay que ayudarle un poco o se va a quedar tonto por imbécil.
Pero yo soy tu hermano mayor y cuidaré de ti.
Llego por la noche justo para la cena. Mis padres y mi hermano están ya en la mesa. Me preguntan qué tal el partido, les digo que hemos ganado. Le miro y le pregunto qué tal está. Me dice que bien.
—¿Qué tal con el psiquiatra?
Pone los ojos en blanco y no me responde. Mis padres me cuentan lo que les ha dicho. Nada preocupante. Cenamos. Después de cenar sube a su habitación, le oigo desde el piso de abajo remover cosas.
Me quedo en el sofá viendo la tele, no quiero subir. Me entra sueño. Cuando subo al piso de arriba, me aborda antes de que entre en mi habitación:
—¿Has sido tú? —me pregunta con cara de loco.
—¿Yo, qué? —respondo haciéndome el sorprendido..
—¿Has entrado en mi habitación esta tarde?
— Pero si acabo de llegar del partido, he estado toda el día afuera. ¿Qué te pasa?
Pone cara de darse cuenta de que he llegado para cenar y me dice: “Nada, nada”.
Así un hermano mayor cuida de su hermano pequeño.
Después de eso todo fue a mejor. Quizás porque el psiquiatra le ayudó o porque se había gastado todo el dinero que tenía en la bolsa que le cogí. Pero dejó de fumar. Poco a poco empezó a centrarse. Ordenó su habitación, volvió al futbol y por las tardes se quedaba en casa con cosas del instituto. En época de exámenes volvió a aprobarlo todo. Empezó a salir con una chica la mar de guapa. Mis padres ni se lo creían.
Estoy comiendo un bocadillo en la cocina, le oigo que baja del piso de arriba. Entra a preparase algo, un batido.
—Desde que has dejado el fútbol te estás poniendo gordo con tanto bocadillo —me dice.
Ese comentario me pilla por sorpresa. Cabrón. Miro mi bocadillo: pan, mantequilla, queso y jamón york.
—¿No es sano? —pregunto señalando el bocadillo.
Pone los ojos en blanco mientras termina de prepararse el batido de proteína.
—Cuando tú hagas la selectividad veremos si tienes tiempo para el fútbol.
Se marcha sin decir nada. Al verle andar de espaldas me doy cuenta de que se está poniendo bastante fuerte. Fuera de casa está Marta, la veo por la cristalera. No entiendo cómo él con dos años menos es capaz de ligarse a una chica así y yo desde que me dejó la cabrona de mi ex soy incapaz de atraer a ninguna chica.
Las siguientes semanas son un infierno. Él no deja de entrar y salir con Marta mientras yo sigo encerrado en casa, incapaz de estudiar nada. Todo el tiempo me distraigo, empiezo a leer los apuntes y de nuevo estoy con el móvil viendo algo o hablando con alguna. No hay manera de avanzar.
Cuando él termina de cenar sube al piso de arriba y al quedarnos solos mis padres me dicen que quieren hablar conmigo. Sabía que llegaría este momento…
He suspendido varios exámenes en la selectividad y tendré que repetirla o asumir que no iré a la universidad. En cualquier caso, haga lo que haga es una mierda.
—Estamos preocupados. No te vemos bien, si te pasa algo habla con nosotros. Mira a tu hermano como con el psiquiatra logró salir de eso y ahora está fantástico.
Aquí ya dejo de escuchar. Lo último que me falta es que me comparen con él.
—Quizás deberías volver al fútbol, hacer ejercicio, salir un poco y no ver tantas series.
No me voy a quedar aquí mientras me llaman gordo. Me levanto y subo a mi habitación. Me tumbo en la cama y me pongo a ver una serie en el móvil. Oigo voces. Es mi hermano hablando con Marta. No deja de reírse y me pone de los nervios. Tiro la zapatilla contra la pared:
¡Cállate! —le grito.
—Eso ha sido el imbécil de mi hermano que ha suspendido la sele —le oigo decir.
No puedo con él. Si no fuera por mí seguiría fumando y habría perdido la cabeza.
—¡Imbécil tú!
Llegando a casa me encuentro a Marta en la puerta.
—¿Le estás esperando?
—Sí, me ha dicho que ya sale —responde.
—Oye Marta, quería decirte que me alegro de que esté con una chica como tú. Es un chico muy frágil, lo ha pasado mal, nunca le ha ido demasiado bien con las chicas y ya era hora de que tuviera un golpe de suerte. Está muy enamorado de ti, me lo repite todo el tiempo, está muy ilusionado y nosotros estamos muy contentos de que estéis juntos. Voy para adentro, le digo que no se entretenga que le estás esperando.
Pasan los días y cada vez lo veo más claro, ha sido un bache, voy a presentarme a la selectividad otra vez en septiembre. Esta vez voy a estudiar bien y aprobaré con buena nota. Me lo voy a tomar con calma, tengo todo el verano. Volveré a los buenos hábitos y recuperaré mi forma física.
Entro en mi habitación, dejo la mochila del fútbol, cojo la toalla y la ropa sucia para ponerla a lavar. Sienta bien volver a hacer ejercicio y la verdad es que sí que estaba cogiendo unos kilos.
Estoy poniendo la ropa en la lavadora y de repente llega mi hermano. Entra en casa a toda velocidad, me da la impresión de que tiene los ojos rojos. Me fijo mejor y sí, están rojos. ¿Habrá fumado? Sin decir nada sube a su habitación, oigo que cierra la puerta, se escucha un golpe fuerte y le oigo chillar. Subo corriendo.
Abro la puerta y le veo llorando.
—¡Cierra! —me grita.
—¿Qué te pasa?
—¡Nada!
—Dime.
—Lo hemos dejado con Marta.
Esto quiere decir que Marta le ha dejado.
Los días siguientes va por casa como alma en pena. No come y se pasa el día en su habitación. Por las noches le oigo llorar.
La parte buena es que ahora están preocupados por él y me han dejado tranquilo. El pobre lo está pasando bastante mal, pero esa chica le venía grande y eso lo sabíamos todos.
Por la noche me encuentro a mis padres hablando de él en la cocina.
—No os preocupéis, ya sabéis como es. Pero entre los tres le ayudaremos —les digo.
Estoy en el sofá viendo la tele. Me fijo que no hay nadie en casa. Subo a mi habitación. Cojo una silla y la acerco al armario. Me subo. Cojo una bolsa de plástico, pesa. La bajo y la coloco encima de mi mesa. Deshago el nudo y dentro está la torre del ordenador viejo. La guardo por si se me estropea la que tengo, pero la verdad es que ya no sé ni si funciona. Cojo el destornillador del cajón y quito los tornillos hasta que sale la carcasa. Cojo la bolsita. Vuelvo a poner la carcasa. Meto la torre en la bolsa. Hago el nudo. Me subo a la silla y la vuelvo a poner encima del armario. Salgo de mi habitación. Entro en su habitación. Abro el armario. Hago un hueco entre las mochilas y dejo la bolsita. Salgo de su habitación y cierro la puerta.
Tarde o temprano todo vuelve a su lugar.
Fin.
Alexandre Escot